lunes, noviembre 20, 2006

Cuando quiero morir


A veces, como ahora, desgarro mis venas
y bebo de su licor rutilante...
náufrago de mis lapsus bohemios,
etiología de mi pluma embriagada,
que ensartan mis sílabas de fuego
en el ojillo de tu tiempo...
Y el "a veces" se exilia de las mañanas,
cuando sobria de tu compañía
me muero tantas veces:
En los adioses que mastican mi alma
y dejan sus dientes de lágrimas en mis días.
En el beso que no tiene madriguera, ni alas,
que se marchita en el espacio de tu ausencia.
En mis manos que moldean la atmósfera
de un cuerpo invisible...
y tejen versos esperanzados,
que son roces de dedos mutilados...
Y entonces prefiero que naden mis ojos,
que sucumban en el tránsito sódico...
¡No me sirven mis versos, mis ulceraciones!
¡No puedo circuitar las malditas sinapsis!
Si en mi sabiduría asegurase el purgatorio
¡trenzaría nuestras almas con hilo eterno!
¡Ven Gran Minos!, será mejor el séptimo cerco
que hallarme huérfana de su prodigioso tacto.
Y tú, mi único amor, no mereces mis ciclos,
mi asténica tristeza que envenena tu núcleo...
No es justo que sea daga, que sea espina;
usa el holocausto de mis labios sedientos,
y cada trozo de mi materia, que es tuya:
recolecta el antídoto y escucha el perdón.
Soy tu célula homóloga, tu astillada costilla,
soy error, que por ti no adorna su cuello...
por ti el rayo poético, la fuerza de Afrodita,
por ti... no el suicidio y sí llagas de espera,
aunque siga besando tu boca lejana,
enredándome en piernas y en brazos de oxígeno.
Yo te espero...
y tú...
¡ten piedad de mi fase lastimera!

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