viernes, abril 03, 2009

Tratado de la realidad

Mujer en el bar, Diane Arbus

Era mi rodilla el bastón hambriento de polillas,
precaria, trémula, descansada de iglesias,
porque mi realidad cuando pasó
era sólo una sospecha…
Las luciérnagas no necesitan interruptores
ni faros que guíen su caída al abismo;
mi lluvia suicidó la lumbre y los espejos.
Porque mi realidad siempre venía
absorta y enredada en camillas blancas.
Era mi sonrisa la oreja de Van Gogh
en un florero de mi estancia,
reía luego de las visitas y los tentempiés;
porque mi rostro era una simulación
de edificios y autos estacionados,
porque el mar no es mar
sin mis huesos atados como madrépora en el fondo,
porque el amor no es amor
desde que muero por costumbre ilícita
y me resucitan por limosna en los barcos.
Era falda y dedo gangrenado al filo de la luna
alimentaba a los peces del dios mudo y ahorcado,
del dios que parió panes en un cuento de ogros;
porque mi fe se cayó con los dientes de leche,
y en el sudor de un niño en el semáforo en rojo.
Era una muñeca de porcelana con afeites de tulipanes,
pero otras muñecas rompieron sus rieles,
porque mi realidad cuando pasó
era una sospecha
roja, cancerígena,
mundana.