Para L.B
Muérdeme el húmero, me decías
arrastra tu orgasmo de estufa
a la orilla de los músculos.
Yo, ignorante, apuntando:
no sabía de qué rama
prenderme de dientes.
Muérdeme, decías;
y yo hastiada de caer de la copa
entendí que los sauces
jamás dejarán su polidipsia empedernida
por ésta saliva extinta.
Ahora estremezco al ver tus hojas
cayendo, acres, de tus pupilas insómnicas.
arrastra tu orgasmo de estufa
a la orilla de los músculos.
Yo, ignorante, apuntando:
no sabía de qué rama
prenderme de dientes.
Muérdeme, decías;
y yo hastiada de caer de la copa
entendí que los sauces
jamás dejarán su polidipsia empedernida
por ésta saliva extinta.
Ahora estremezco al ver tus hojas
cayendo, acres, de tus pupilas insómnicas.
5 comentarios:
Tu poesía, Dinita Bella, sigue una especie de ensalivado tenaz y un pasional himeneo que tienes con las venas forenses y clínicas del lenguaje con que ya vas configurando la madre de tus criaturas...
Besos... anochecidos en ti...
que bien escribes.
volveré
Todo bello como debes de ser tu. Es una maravilla esta poesia te alegra la mañana.
Guao... Exelente, elegantemente erotico, apasionado...
Todo un delirio en letras.
Un abrazo! Nos vemos!
Los sauces son los dioses más sabios de todos los lugares.
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